El aceite de oliva es un potente antioxidante celular, protege frente al cáncer, a la osteoporosis, la demencia y por supuesto una dieta rica en aceite de oliva virgen extra, es muy beneficiosa porque disminuye las posibilidades de enfermedades cardiovasculares.
DESMONTANDO MITOS:
Hay varios tipos de aceite de oliva, de mayor a menor calidad:
El aceite Virgen Extra, se elabora con aceitunas recogidas en perfecto estado y sin utilizar ningún aditivo químico, es el zumo puro de las aceitunas el ideal para consumirlo crudo.
El aceite Virgen, al igual que el anterior es zumo puro con defectos apenas apreciables y sin aditivos químicos, es para el consumo en crudo y en fritos.
El Lampante, elaborado con aceitunas en tal mal estado que el aceite resultante es inadmisible por su analítica química o sus altos defectos en la cata, no es acto para el consumo directo. Se envía a la refinería para someterlo a un proceso físico-químico, del cual resulta el aceite de oliva refinado. Este aceite refinado tampoco es acto para el consumo directo, porque es una glicerina transparente sin olor y sin sabor. Es preciso añadirle una parte de aceite de oliva virgen o virgen extra, este proceso se llama “Encabezarlo” para poder ser comercializado, y desgraciadamente para el consumidor, se hace con el nombre de Aceite de Oliva. Aun así este aceite es mucho mejor para nuestra salud que cualquiera de los aceites de semillas.
El aceite que nos encontramos en los supermercados, con el nombre de Aceite de Oliva, es una mezcla que lleva entre un 80-90 % de aceite de oliva refinado y 10-20% de aceite de oliva virgen o virgen extra. Es el que se usa para todo y es de los más extendidos.
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